Una de las grandes evidencias de la pérdida de dinamismo del sector privado es que el peso la creación de empleo recae cada vez con más fuerza sobre el sector público, hasta el punto de que uno de cada cuatro puestos de trabajo generados el último año vino de la mano de las Administraciones, mientras que el sector manufacturero redujo su plantilla por primera vez desde 2014 y la hostelería pierde fuelle por la pérdida de los turistas prestados. Por ello, los empresarios reclaman que el Gobierno que salga de las próximas elecciones retome la senda reformista, de forma que se dé un nuevo impulso a la creación de empleo.
Además, la Cámara de Comercio de Estados Unidos en España (AmCham) señala que la estabilidad tras las elecciones es fundamental para dar certidumbre a las empresas y que estas se animen a contratar, mientras que Multinacionales por marca España reclama un trato igualitario para el capital extranjero que reactive las inversiones en el país, lo que a su vez apoyaría la creación de nuevos puestos de trabajo.
La ausencia de la desaceleración económica del debate electoral también se contrapone con el temor cada vez mayor entre los principales organismos internacionales, tales como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio o la Comisión Europea, que en los últimos meses han rebajado constantemente sus previsiones de crecimiento. El último recorte lo hizo el FMI esta misma semana, restando dos décimas a sus pronósticos de crecimiento para este año.
Aunque el crecimiento español se mantiene más firme que el de otros países, hay que tener en cuenta que el grueso de esta rebaja de las perspectivas está teniendo lugar en Europa, adonde se dirige el 60% de las exportaciones nacionales. Por eso, muchos empresarios sospechan que la desaceleración va a acabar llegando a España antes o después, aunque de momento esté encubierta por el aumento del gasto público y la tendencia positiva de la construcción. En concreto, Alemania crecerá este año un 0,8%, según el Fondo, mientras que Italia quedará prácticamente estancada, con un escaso avance del 0,1%.
Y los problemas no acaban ahí, ya que el servicio de estudios de BBVA calcula que la incertidumbre sobre política económica que puede tener lugar dar tras las elecciones desincentivaría tanto las contrataciones como la inversión, pudiendo provocar un ajuste extra de dos décimas más en el PIB, hasta el 2%. En cambio, un Gobierno sólido que no dependiera de elementos extremistas alejaría estos temores, a la vez que haría más viable retomar la senda reformista que permitiera elevar el potencial de crecimiento. Asimismo, alejaría las tentaciones de volver a elevar el déficit, algo muy peligroso en un contexto de desaceleración.