Mientras que solo el 6,5% de toda la energía consumida en 2019 a nivel nacional tuvo como destino las casas de los españoles, el 58,3% la usó alguna rama del tejido productivo, principalmente la industria extractiva y manufacturera. Así se desprende de los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en su último informe sobre la Cuenta de los flujos físicos de la energía.
El análisis pormenorizado de los datos revela que, de toda la energía eléctrica consumida, el 69,67% se empleó en algún sector de la economía; en cambio, solo el 25% se fue a los hogares. Los porcentajes se disparan en el caso del gas natural, el otro recurso que sigue subiendo de precio de manera imparable. Casi la totalidad de su producción se destinó a cubrir la demanda empresarial (92,13%); en contraste, su uso entre las familias no llegó ni al 5%.
Del total de la energía utilizada por alguna rama económica, el 55,9% se destinó a la industria extractiva y manufacturera; el 30,6%, al sector energético, agua y residuos, y el 10,3%, a servicios y construcción. Su distribución explica por qué la escalada del coste de la energía, en particular del gas y de la electricidad, se ha convertido en un dolor de cabeza para buena parte de la industria española. Los bolsillos que más lo están sufriendo son los de sectores como el del metal, el químico y el siderúrgico, cuyos costes de producción dependen en gran medida del precio de la energía.
La Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE) estima que, si normalmente la luz alcanza el 60% de los costes totales para estas industrias, ahora ese porcentaje supera el 75%, lo que hace inviable la continuidad de algunas compañías y pone en riesgo la recuperación económica.
El alza está minando su competitividad frente a rivales como Francia y Alemania, donde el efecto inflacionario de la electricidad no ha afectado tanto a las empresas porque pagan menos impuestos y reciben más compensaciones del Estado. Según cálculos de la asociación, al 15 de noviembre la industria pagaba el megavatio hora a 113,03 euros, 64,86 euros más caro que en Francia y 35,88 euros más que en Alemania.
De seguir la tendencia, 2022 se convertirá en un “calvario” para el sector. Así lo vaticina Fernando Soto, director de AEGE, quien asegura que más allá de los hogares, la industria se está llevando la peor parte de la subida energética. El dirigente de la patronal recuerda que desde antes de este año las empresas electrointensivas ya desplazaban el consumo de las horas punta a las valle, “pero ahora ni así pueden sacar beneficios porque incluso en el momento más barato del día los precios llegan a 200 euros el megavatio hora”.
Las estrepitosas tarifas tanto del gas natural como de la electricidad exigen, según Soto, medidas gubernamentales de forma urgente. Lo que el directivo pide al Gobierno es que implemente las mismas prácticas que Francia y Alemania, las cuales incluyen una compensación mucho más grande que la española para hacer frente a los sobrecostes por emisiones de CO2 y un porcentaje garantizado del parque nuclear a bajo costo. La Administración ya aprobó en septiembre un paquete de medidas para mitigar este encarecimiento, pero desde AEGE las califican de insuficientes, pues “no logran mitigar el impacto”. A esto se suma otro problema: la falta de precios competitivos por parte de las eléctricas.