El PIB de la zona euro cae ya a tasas del 0,2%, aunque todo apunta a "un aceleramiento del declive hacia finales de año". Cada nuevo dato es un paso hacia el abismo de la recesión, hacia el oscuro túnel de otra crisis en el que ya se adentra la economía europea, cuyo deterioro avanza a pasos agigantados a lomos de una inflación desbocada, que en septiembre se aupó hasta el 9,9% en la eurozona, la tasa más alta en la historia de la moneda única, y de una crisis energética que amenaza con un invierno gélido en el Viejo Continente.
El PMI compuesto de la zona euro, uno de los indicadores más fiables sobre la futura evolución de la economía, se ha hundido en octubre hasta los 47,1 puntos, un punto por debajo del dato de septiembre (48,1) y su peor registro en 23 meses; esto es, en casi dos años, según el indicador avanzado publicado ayer por S&P Global. El PMI compuesto encadena así cuatro meses consecutivos por debajo de los 50 puntos, que es la delgada línea roja que separa el crecimiento de la contracción, acelerándose notablemente el deterioro de la actividad en lo que llevamos de octubre.
"La economía de la zona euro se deslizó hacia una desaceleración aún más pronunciada al inicio del cuarto trimestre del año y el ritmo de declive fue el más rápido desde abril de 2013 si no se considera el periodo de confinamientos por la pandemia", alertan los expertos de S&P Global. De hecho, con los datos disponibles de octubre, la economía del bloque estaría ya en números rojos, arrojando una caída del PIB de la zona euro del 0,2%.
Pero todo escenario es siempre susceptible de empeorar, y los indicadores muestran que esa contracción solo sería el inicio de una pronunciada cuesta abajo. "La demanda se está contrayendo intensamente y las empresas cada vez se inquietan más por los elevados niveles de existencias y ventas más débiles de lo esperado, especialmente a medida que se acerca el invierno", alerta Chris Williamson, economista jefe de S&P Global Market Intelligence, quien añade que "los riesgos se sesgan hacia un aceleramiento del declive hacia finales de año".
En otras palabras, la economía del euro se hunde cada vez más rápido en el pantano de la contracción, lo que no solo hace muy probable que "la economía de la zona euro se contraiga en el cuarto trimestre dado el panorama de creciente disminución de la actividad total y deterioro de la demanda observado en octubre", sino que además todo apunta a que "la recesión cada vez parece más inevitable". Una fase recesiva de "profundidad y duración inciertas" y en la que la UE se encontraría "más al principio que al final", según admitió ayer el presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), el español José Manuel Campa.
La industria ha frenado en seco, sumando cinco meses en fuerte desaceleración y el enfriamiento ya se ha contagiado al sector servicios, que concatena tres meses de declive, hasta mínimos de veinte meses. Así, aunque el empleo todavía resiste, su crecimiento pierde fuelle, "lo que refleja un recorte de empleo en algunas firmas" por el exceso de capacidad en relación a las ventas "y una mayor reticencia a la contratación" ante la incertidumbre que encapota el horizonte. De hecho, las expectativas de los empresarios para los próximos doce meses son las segundas más bajas desde los primeros confinamientos por Covid.
En este contexto, el eslabón más débil de la cadena es, paradójicamente, la que hasta ahora ha sido su gran locomotora económica, Alemania. Su potente industria manufacturera se enfrenta a un invierno incierto en el que el suministro energético no está garantizado y tampoco la llegada de suficientes materias primas o bienes intermedios. En algunos sectores intensivos en consumo de energía, como el siderúrgico, lo que está en juego es la propia supervivencia de muchas empresas.
Con estos mimbres, la economía alemana es la que más rápido se adentra en el túnel que conduce a la recesión. Su PMI compuesto se ha desplomado en octubre hasta los 44,1 puntos, su nivel más bajo desde mayo de 2020 y, si no se tiene en cuenta el bache de la pandemia, habría que remontarse a junio de 2009, en plena tormenta financiera, para encontrar un registro peor.
Para mitigar el impacto de la inflación y de una recesión que parece ineludible (el propio Gobierno germano anticipa una caída del PIB del 0,4% en 2023), el Ejecutivo que lidera Olaf Scholz ha anunciado un macropaquete de ayudas de 200.000 millones de euros que ha levantado ampollas en el resto de Europa, que teme que esa inundación de subsidios provoque una fragmentación del mercado interior europeo.
Y mientras Alemania se asoma al precipicio, Francia, la segunda mayor economía del euro, se estanca, con su PMI compuesto en los 50 puntos ante el freno de la industria, solo parcialmente compensado por "una modesta expansión de la actividad del sector servicios".