Los ingresos de los hogares europeos se diluyen con cada repunte de la inflación. Las familias sufrirán un aumento de alrededor del 7% en su coste de vida este año como consecuencia del coste de la energía y su traspaso a otros bienes y servicios. Así lo advierte el Fondo Monetario Internacional en un informe publicado la semana pasada. El documento corrobora que la dependencia europea del petróleo y gas natural ruso ha hecho que el continente sea especialmente vulnerable a los altos precios y a la escasez de combustible. De hecho, advierte de un escenario aún peor en caso de que Moscú decidiera cortar por completo el suministro.
Los alimentos son el segundo factor que golpea el bolsillo de los consumidores. Su repunte ha aportado casi un punto porcentual en la inflación general de la zona euro entre septiembre de 2021 y mayo de 2022, según el Banco de España (BdE). Además, la escalada que arrastran desde el año pasado las materias primas alimenticias ha repercutido en lo que pagan los hogares por los productos. En consecuencia, el aceite en la Unión Europea es ahora un 34% más caro que hace un año y los cereales valen un 12% más.
Estimaciones de esta entidad apuntan también a que el aumento en un solo mes del 10% en la tasa de variación de las materias primas, implica tres décimas más en el IPC de la eurozona al cabo de un año. El efecto es gradual porque el impacto lo absorben primero los productores y los vendedores minoristas, y luego el consumidor.
La evolución del coste de los alimentos y la energía es incierta. Las previsiones del Banco Mundial y otros organismos internacionales apuntan a una cierta tendencia a la baja en los próximos años, pero la prolongación de la guerra en Ucrania ejercería presiones alcistas, tanto directas como indirectas, debido a su impacto en la producción y distribución de cereales, fertilizantes y y combustible. Este último aspecto es el que más preocupa a Europa debido a que Putin ha reducido las entregas de gas en las últimas semanas. Ahora el continente se prepara para el racionamiento de emergencia, que implica topes en las ventas y bajar el termostato.
Fuera del Viejo Continente, hay países que también han impuesto restricciones, aunque no al consumo del gas sino a las exportaciones de algunas materias primas. Esto tensiona las cadenas de suministros con el potencial de generar repuntes persistentes en los precios de los alimentos.