La Reserva Federal podría comenzar a reaccionar ante el alza de precios antes de lo previsto y sus decisiones provocarán una onda expansiva a escala planetaria. El mercado está ahora ansioso por saber cuándo comenzarán a relajarse los programas de compras mensuales de deuda, de 120.000 millones de dólares (100.460 millones de euros) en la Fed, como paso previo al alza de tipos.
De momento, el problema más grande por tensiones en los precios está claramente al otro lado del Atlántico, hasta el punto de hacer temer por un calentamiento excesivo de la economía de EE UU, que este año crecerá al 7% según estima la Fed. En la eurozona, los pronósticos de Lagarde apuntan a que la inflación podría cerrar el año en el 1,9% (frente al 1,5% estimado en marzo), mientras la Fed espera que la subyacente (sin energía ni alimentos) termine en el 3%, muy por encima del 2,2% previsto en marzo. Y eso tras el susto del 5% de subida de precios con los que cerró el índice general estadounidense en el mes de mayo.
Carmen Reinhart, vicepresidenta y economista jefe del Banco Mundial, señalaba esta semana “hay motivo de preocupación de que el componente inflacionario sea más que transitorio, y podría generar tasas de interés más altas y dinámicas difíciles de controlar”. Los bancos centrales insisten en la continuidad de sus medidas, pero les aguarda una transición difícil ante la remontada de la economía
Los analistas de la firma A&G Banca Privada apuntan que en la subida de la inflación en EEUU hay elementos transitorios como subidas de componentes por cuellos de botella en la oferta y por las fricciones de una reapertura macro, pero “comienzan a verse algunos componentes de efecto más permanente, con repuntes notables muy por encima de lo esperado, además de la llamada greenflation, que es la subida de precios de bienes y servicios por la transición a una economía sostenible”, explican.
“Estamos cada vez más preocupados por la inflación en EEUU”, apuntan desde Bank of America. Su inquietud tiene que ver con que los precios están al nivel más alto desde 2008, mientras que la inflación subyacente se encuentra en máximos desde 1992, un incremento al que han contribuido de forma decidida los estímulos fiscales, con ayudas directas a los ciudadanos. Y añaden: “en principio vemos que el incremento de precios es transitorio y debido a efectos de base, pero estamos cada vez más inquietos ya que creemos que la economía de Estados Unidos se puede estar recalentando”, explican. Y todo ello con un posible efecto en los mercados.
La eurozona no preocupa a los analistas en cuanto a la evolución de sus precios, aunque los expertos de Bank of America sí advierten una gran confusión en las palabras de Christine Lagarde. “Las previsiones del PIB fueron revisadas al alza de manera significativa para este año del (4% al 4,6%) y el próximo. Ese es un gran cambio en el crecimiento sin un desencadenante claro, y un gran cambio en el vínculo entre crecimiento e inflación. La interpretación sería que el banco central no puede (o no quiere o no puede aceptar) hacer algo sobre la inflación estancada por debajo del objetivo cualquiera que sea el pronóstico de crecimiento, de lo contrario habrían tenido que actuar”, explican. No en vano, la actual perspectiva de precios en la zona euro está muy lejos de la de Estados Unidos.
Los mercados reaccionaron rápidamente a las palabras de Jerome Powell tras la reunión de la Fed. Las Bolsas cayeron moderadamente, los tipos de interés de la deuda se elevaron y también el dólar salió fortalecido. Desde Bank of América explican que, si continúa la elevada inflación, la Fed reaccionará apoyando el dólar a finales de este año. Una visión en la que no coincide el economista jefe de Julius Baer: “la fortaleza del dólar en respuesta a las expectativas de un endurecimiento más temprano de la política monetaria de EEUU no será duradera y mantenemos nuestra opinión sobre el cambio de un euro por 1,21 dólares a tres meses”, explica.