Las cuentas públicas de 2018 volvieron a incidir en el incremento del déficit estructural, maquillado por el fuerte crecimiento de la recaudación cíclica. Las administraciones volvieron a pedir prestado en el exterior para financiar el ritmo del gasto y, si bien demuestra una alta confianza de los mercados en el país, también supone aumentar la principal vulnerabilidad de su economía: una deuda pública del 97% del PIB.
En los dos últimos años, las administraciones habían hecho un esfuerzo por reducir su endeudamiento con el exterior, pero en 2018 todos los avances saltaron por los aires. Según las cuentas financieras publicadas por el Banco de España, la deuda pública neta en manos de extranjeros (deuda y préstamos) aumentó en 28.470 millones de euros.
En total, la deuda se incrementó un 5,3% respecto al mismo periodo del año anterior, lo que significa un crecimiento superior al PIB, de modo que se incrementó la ratio de endeudamiento. Esta es la primera vez en tres años que las administraciones elevaron su deuda con el exterior, rompiendo así con dos años de ajuste. En la práctica, esto hace más vulnerable la economía ante cualquier ‘shock’ externo.
La mayor parte de este pasivo está conformado por valores representativos de deuda (básicamente, letras y bonos), cuyo montante supera los 517.000 millones de euros. El resto, 78.000 millones, lo conforman préstamos y créditos al sector público. Es cierto que el ritmo del flujo de la deuda desde el exterior hacia España muestra la confianza que tienen los inversores internacionales en la capacidad de pago del país; sin embargo, sus previsiones no siempre son acertadas. Durante la burbuja inmobiliaria, los flujos de dinero hacia España, principalmente hacia el sector privado, apuntaban también a una gran confianza en la capacidad de repago, pero se trataba de un espejismo que no tardó en desvanecerse.
En 2018, por primera vez en la historia, la deuda pública en manos de extranjeros superó los 550.000 millones de euros, alcanzando los 561.160 millones, según los datos del Banco de España (descontando la deuda externa en manos de las administraciones públicas). Tal montante, que equivale al 46,4% del PIB, significa el mayor riesgo posible para la economía española. El país vuelve a endeudarse, como hizo antes de la crisis, pero con la diferencia de que, esta vez, el punto de partida es mucho peor.
En el año 2003, cuando empezó a incrementarse la deuda pública, su peso sobre el PIB apenas alcanzaba el 20,6%. Sin embargo, ahora es más del doble, suponiendo un 46,4% del PIB. Tal situación hace que España sea muy dependiente de la financiación exterior y que pueda atravesar graves problemas, en un futuro, si el flujo de crédito hacia el país se frena.