Tras dos días de mensajes a la calma por parte del Banco de Inglaterra y el Tesoro británico al mercado ante las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda británica tras los planes fiscales impulsados por el Gobierno de la primera ministra Liz Truss, el Banco de Inglaterra ha salido al paso y ha anunciado que regará el mercado de deuda con compras por hasta 65.000 millones de libras, unos 72.500 millones de euros. Con ello busca frenar la escalada del coste de financiación de la deuda y el desplome de la libra esterlina a mínimos históricos que hacían temer el mantenimiento de su paridad con el dólar.
"El Banco de Inglaterra llevará a cabo compras temporales de bonos del Gobierno de Reino Unido a largo plazo a partir del 28 de septiembre. El propósito de estas compras será restablecer las condiciones ordenadas del mercado", apuntó la institución. En concreto, hasta el próximo 14 de octubre adquirirá bonos del Tesoro británicos con vencimientos superiores a 20 años por importe de 5.000 millones de libras.
El banco central reconoció que había "riesgos materiales para la estabilidad financiera de Reino Unido" si "la disfunción" en la deuda británica continuara, provocando un "endurecimiento injustificado de las condiciones de financiación y una reducción del flujo de crédito a la economía real". Por ahora queda aparcada un alza de los tipos de interés de carácter extraordinario.
Horas antes, el Banco de Inglaterra, el Fondo Monetario Internacional (FMI) había cargado duramente -en un dictamen más propio para un país emergente que para un miembro del G7- contra la rebaja fiscal y había solicitado al Ejecutivo reevaluarla ante el riesgo de aumento del coste de vida y de la desigualdad social. Desde la agencia de calificación Moody's habían advertido a su vez del fuerte impacto negativo en la financiación.
El paquete de medidas del Gobierno británico, que incluye medidas para aliviar la factura energética, implica un fuerte aumento del endeudamiento, que había hecho que los inversores dieran al botón de venta de la deuda pública, provocó un desplome de la libra, disparó el coste del endeudamiento de las empresas y llevó a los bancos a cerrar el mercado hipotecario del país. De poco sirvieron las llamadas a la calma del ministro de Finanzas británico, Kwasi Kwarteng, en las que reiteró el compromiso del Gobierno con la disciplina fiscal.
La intervención del Banco de Inglaterra ha servido para enfriar la escalada de las rentabilidades de la deuda soberana. El bono a diez años llegó a dispararse hasta el 4,6% para moderarse luego al 4,07%. La libra, por su parte, logró ayer recuperar posiciones frente al dólar y situarse en los 1,08 billetes verdes. El lunes tocó mínimos en 37 años en los 1,03 dólares, que hicieron temer por la pérdida de la paridad.
Desde Scope Ratings, Eiko Sievert, responsable de las calificaciones soberanas y del sector público, considera que "la decisión del banco central de evitar una subida de tipos de emergencia y preferir las compras temporales de gilts (bonos británicos en la jerga) a largo plazo para restablecer las condiciones ordenadas del mercado tiene sentido como una forma más rápida y directa de apoyar la estabilidad financiera". Sin embargo, Chris Smith, director de inversiones UK Growth Equities de la gestora Jupiter AM, cree que el banco central "se ha quedado corto".
Por su parte, Bethany Payne, gestor de la cartera de bonos globales de Janus Henderson cree que "el anuncio detendrá parte de la marea de flujos de venta que esperábamos esta semana, pero que es solo un parche para un problema mucho más amplio". Los expertos fían la credibilidad futura del Banco de Inglaterra a que "las compras de bonos se lleven a cabo durante un tiempo limitado y se retiren tan pronto como los mercados se estabilicen", según apuntan desde Scope Ratings.