El supervisor recorta al 4,5% la previsión de PIB para este año y al 5,4% la de 2022: la economía crecerá 3,6 puntos menos (42.000 millones) de lo que prevé el Gobierno. La institución eleva al 3,7% su estimación de IPC para el año próximo. Tiempos inciertos para la recuperación. El Banco de España apuntaló ayer las advertencias de los principales organismos internacionales de que España no liderará la recuperación en la Unión Europea, sino que será una de las últimas economías del bloque en retornar a los niveles prepandemia.
“La economía española se está recuperando más lentamente que la de la zona euro”, advirtió ayer Óscar Arce en una de sus últimas intervenciones como director general de Economía y Estadística del Banco de España, ya que a principios de enero asumirá la Dirección General de Economía del BCE. El supervisor recortó ayer de forma drástica sus proyecciones de crecimiento para este año, hasta el 4,5% frente al 6,3% que pronosticaba en septiembre, y dos puntos por debajo del 6,5% que aún defiende el Gobierno. También ha aplicado la tijera a sus estimaciones para el año que viene, que ha recortado en cinco décimas, hasta el 5,4%, muy lejos del 7% que sostiene el Ejecutivo.
Es decir, el Banco de España contradice al equipo económico del Gobierno, que lidera Nadia Calviño, y alerta de que la economía nacional crecerá entre 2021 y 2022 unos 3,6 puntos menos de lo que prevé el Ejecutivo; esto es, un agujero de alrededor de 42.000 millones, retrasando hasta 2023 la vuelta a los niveles de PIB previos al Covid. El supervisor español se une así a instituciones como la Comisión Europea o la OCDE, que ya han rebajado sustancialmente (hasta cotas similares) sus previsiones para España tanto para este año como el que viene, refrendando que la recuperación en nuestro país se ha gripado y que el cuadro macro sobre el que se sustentan los Presupuestos de Sánchez para 2022 corren el riesgo de sufrir el mismo final que el cuento de la lechera. De hecho, el Banco de España estima que el PIB apenas crecerá un 1,6% en el cuarto trimestre de este año, frente al 2% del tercero, abonando la tesis de esa más que notable pérdida de fuelle.
Y todo ello, además, en un contexto en el que el menor crecimiento se combina con una escalada de la inflación que ha resultado ser mucho más duradera y dañina de lo que se preveía, una mezcla explosiva que agita el fantasma de la temida estanflación. Y es que, aunque la institución que gobierna Pablo Hernández de Cos insistió ayer en que todo apunta a que “el repunte de la inflación tiene, con elevada probabilidad, una naturaleza transitoria”, lo cierto es que ha empeorado notablemente sus expectativas sobre los precios.
Así, el Banco de España estima que el IPC armonizado concluirá este año con una media anual del 3%, muy por encima del 2,1% proyectado en septiembre y, lo que es peor, dispara hasta el 3,7% su pronóstico para 2022, muy superior al 1,7% anterior. No sería hasta 2023 cuando la soga inflacionista se destensaría hasta el 1,2%. Y eso siempre que se cumplan los pronósticos y los precios comiencen a aflojar la presión a partir de la primavera del año que viene. Hasta entonces, la inflación seguirá siendo una de las grandes amenazas a las que se enfrenta la recuperación a corto y medio plazo al golpear con dureza uno de sus órganos vitales: el consumo privado. “El dinamismo de la actividad económica estaría viéndose moderado por la compresión de las rentas de hogares y de empresas inducida por el aumento de costes y de precios”, alertó el supervisor.
De hecho, en sus nuevas proyecciones, el Banco de España anticipa un menor tirón del consumo privado, que este año crecería un 4,3%, menos de la mitad de lo pronosticado en septiembre (9,6%). Aunque aceleraría al 5,1% en 2022 de la mano de la esperada disipación de los cuellos de botella en la producción de algunos bienes, “que están impidiendo que la demanda se vea satisfecha en su totalidad (como es el caso de los automóviles) y, al final del año, como resultado del intenso descenso esperado de la tasa de inflación”. Siempre, claro está, que el virus inflacionista no se contagie a los salarios.
De momento, el riesgo, según el Banco de España, parece acotado gracias “a la naturaleza plurianual de la negociación colectiva y a la reducida prevalencia de las cláusulas de salvaguarda”: solo el 17% de los convenios firmados hasta la fecha cuenta con ellas. Esto es, no aprecia efectos de segunda ronda a medio plazo, y prueba de ello es que sitúa el IPC medio en el 1,5% en 2024.
Respecto a las interrupciones en las cadenas de suministro, aunque el supervisor confía en que su impacto se amortigüe a lo largo de 2022, su factura para la economía española sería en todo caso muy elevada, pudiendo restar hasta 1,2 puntos de PIB al crecimiento de este año y el que viene; esto es, más de 14.000 millones de euros. A Ello se añadiría el mazazo del recibo de la luz, que sigue en máximos históricos, y que, según los cálculos del Banco de España, restaría 1,5 puntos de PIB entre 2021 y 2022.