La subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que aumentó un 22% hasta 950 euros en 2019, arrastra una compleja labor de análisis bajo el encargo de la actual vicepresidenta segunda y titular de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. El informe publicado esta semana por Iseak, uno de los grupos de expertos que asesoraron al Ministerio de Díaz, que analiza el impacto del salario mínimo sobre la desigualdad y las rentas, revela un impacto negativo sobre el empleo a jornada completa como efecto de un ajuste de las horas trabajadas.
Así lo refleja uno de los puntos sobre los que arroja luz el think tank económico vasco Iseak, especialistas en el diagnóstico de problemáticas sociales y la evaluación de impacto de políticas mediante la analítica de datos. Precisamente, sobre el tipo de jornada explican que es uno de los puntos de mayor asimetría en el impacto y que, por tanto, se observa con mayor claridad. "Las personas que trabajan a tiempo completo sufren en mayor medida el impacto negativo de la subida del SMI que las que lo hacen a tiempo parcial", sentencian.
Los trabajadores a tiempo completo sufren "un ajuste significativo de la intensidad laboral" que aumenta de forma progresiva en los periodos observados por los expertos de Iseak. En cambio, las personas que trabajan a tiempo parcial apenas sufren un ajuste en el número de horas trabajadas, es decir, un ajuste que tiende a ser nulo.
"Entra dentro de lo esperado que el ajuste en horas trabajadas afecte en mayor medida a las personas que trabajan a jornada completa, ya que tienen más margen para reducir las horas trabajadas que las que se encuentran en jornada parcial", explica a este medio Sara de la Rica, directora de Iseak, miembro del consejo de sabios asesores del SMI y una de las autoras del informe encargado por el Ministerio de Trabajo.
"Por otra parte, desde el punto de vista de las empresas, es más costoso asumir la subida del SMI con las personas que trabajan a jornada completa que, por ejemplo, a media jornada. En consecuencia, diría que es un resultado esperado", sentencia la analista acerca de este punto del análisis que exponen de forma tan clarividente.
Ante el incremento de los costes laborales, los empresarios pueden optar por una reducción de plantilla. Si en términos globales el alza del Salario Mínimo supuso una destrucción de unos 30.000 puestos -especialmente afectando a las mujeres, jóvenes e inmigrantes-, son las jornadas parciales las que se ven más beneficiadas y los temporales los que, ligeramente, están expuestos a una pérdida de empleo.
De hecho, en el caso de los jóvenes, el estudio recoge que desde la entrada en vigor del incremento del SMI los jóvenes a partir de 30 años podrían haber sufrido en mayor medida esta caída de las horas trabajadas como parte del propio ajuste de la intensidad laboral generalizado observado.
En una primera fase del incremento del Salario Mínimo el empleo de este sector de asalariados (afectó a aproximadamente 1,4 millones de rentas) se sostuvo, por lo que tal cantidad de personas se pudo beneficiar de una mejora salarial histórica, tal y como destacan desde el think tank económico. El contrapunto de esta mejora del Salario Mínimo, revelan estos expertos, es que supone, como consecuencia, una especie de barrera para aquellos trabajadores que se encontraban sin empleo y deseaban reincorporarse al mercado laboral.