Los factores que explican esta brecha son los diferentes patrones de gasto y la menor capacidad de los hogares más desfavorecidos de amortiguar la subida de los costes de la vida a través del endeudamiento o del ahorro.
La fluctuación se mantuvo constante durante 10 años. Entre septiembre de 2011 y septiembre de 2021, la brecha prácticamente no se movió. Sin embargo, se disparó en términos interanuales: de 0,1 a 1,9 puntos porcentuales entre septiembre de 2021 y 2022, sin tener en cuenta los gastos en vivienda.
Los elementos que más suben de precio en los indicadores de inflación son los de consumo básico, como la alimentación y la energía, los más afectados por los efectos de la guerra de Ucrania. En otro apartado se encuentra el ocio, los artículos del hogar o el gasto en hostelería, que son costes considerados por el BCE como "discrecionales", es decir, no son básicos.
Las rentas altas asumen más gastos de este tipo. En concreto, para los hogares de más recursos asciende hasta casi el 40% de su cesta de consumo, mientras que solo el 25% para los más pobres. Por otra parte, gastos esenciales como alimentación, vivienda o energía suponen casi el 70% de las cestas de consumo de los hogares más vulnerables de la eurozona, mientras que en el caso de las rentas más altas no llega al 50%.
Los diferentes hábitos de consumo de personas con más y menos recursos hacen que las diferencias sean tan acuciantes. El BCE apunta que, mientras los hogares de rentas altas tienen más margen de ahorro, porque consumen categorías de productos más caros (por ejemplo, productos de marca en lugar de marca blanca); los domicilios con menos recursos ya consumen los productos más baratos, por lo que tienen menos capacidad para amortiguar el impacto sobre los precios cambiando de categoría de productos.
Tampoco sirve tirar del dinero ahorrado, ya que los hogares con menos recursos no disponen de ello. Los autores de la investigación de la autoridad europea indican que los más ricos se sitúan en tasas de ahorro que rozan el 40%, en comparación con los más pobres, que tienen tasas negativas de alrededor de -6%.
La mayor incidencia de las restricciones de liquidez en los hogares más pobres se refleja en el aumento de los hogares que prevén pagar con retraso sus facturas de suministros básicos. La encuesta sobre las expectativas de los consumidores (CES, por sus siglas en inglés) indica que, para el mismo incremento del gasto en energía, el ahorro de los hogares de menores ingresos se reduce entre cinco y seis veces más que el de los hogares de rentas altas.
La proporción de consumidores pobres que prevén pagar con retraso sus facturas de suministros básicos aumenta hasta casi el 14%, mientras que los consumidores más aventajados descienden su previsión de demora al 4%. El BCE interpreta estos datos como un riesgo para la estabilidad financiera de los hogares desfavorecidos, dadas las presiones inflacionistas sobre los precios de la energía y los alimentos.
Los Gobiernos han destinado cuantiosos paquetes para amortiguar los efectos de la inflación, sin embargo, el informe concluye que los hogares más perjudicados son los que peor valoran las medidas para hacer frente al encarecimiento de la energía.