Las peores perspectivas de los empleadores han hecho que se trunque la tendencia que parecía apuntar los primeros meses del año, cuando la norma no había entrado plenamente en vigor. Desde entonces, han retrocedido un 45%. En lo que va de año su peso sobre el total de los contratos indefinidos se ha reducido casi a la mitad respecto a los niveles de 2021.
Entre enero y septiembre, los contratos eventuales transformados en fijos han alcanzado los 1.143.248, un 97% más que en el mismo periodo de 2021. Por su parte, los temporales prorrogados se han situado en los 1.216.915, un 30% menos que hace un año. De esta forma, la brecha entre unos y otros ha pasado de ser del del 201% al 6%.
El aumento es espectacular, sin duda. Y lógico si tenemos en cuenta que, en lo que va de año, los contratos fijos se han disparado un 260% y los temporales han caído un 27%, especialmente tras la supresión de los eventuales de obra y servicio. Pero un análisis de las tendencias muestra que las conversiones han crecido casi tres veces menos que la contratación fija total mientras que las prórrogas reflejan de manera más equilibrada la tendencia que ha seguido la contratación eventual.
Esto se traduce en que la transformación de temporales a fijos ha pedido presencia en la contratación indefinida: si hace un año aportaban el 39,6% de los contratos fijos, hoy solo llegan al 21,5%. Una diferencia de 18 puntos porcentuales que confirma que, frente a la idea del Gobierno, el auge de la contratación indefinida se ha apoyado más en nuevos trabajadores que en el pase a fijos de los que eran temporales.
Lo cual arroja también una lectura inquietante cuando comparamos esta cifra con los datos de bajas de afiliación: en el último año, los trabajadores que pierden su empleo por no superar el contrato de prueba se han disparado un 587%.
Sin embargo, las cifras acumuladas de los nueve primeros meses del año no permiten apreciar las tendencias seguidas por el empleo, ni la razón por la que, pese al crecimiento del empleo fijo, las conversiones no logran rebasar a las prórrogas. Para ello hay que fijarse en los datos mensuales. Y lo que muestran no es positivo. De hecho, revelan que la brecha ha vuelto a abrirse.
Los tres primeros meses de la reforma laboral se vieron marcados por un repunte sin precedentes de las conversiones, en línea con el incremento general de los contratos fijos, y supero con mucho a las prórrogas de los menguantes contratos temporales. Sin embargo, esta tendencia tocó techo a partir de marzo, y a partir de ahí empezó a retroceder.
La explicación es sencilla: el 'periodo de gracia' para que las empresas se adaptaran a la nueva norma provocó un alud de conversiones que se normalizó con la entrada en vigor plena de la norma. Es decir, para entonces la mayoría de las empresas ya habían hecho los deberes. Esto permitió que las conversiones superaran las prórrogas, que tocaron suelo.
Tras unos meses de estabilidad, estas volvieron a registrar un leve repunte en el verano. Pero este incremento no hubiera tenido consecuencias si durante todo este periodo las conversiones no se hubieran desinflado con mucha mayor intensidad.