"No nos corresponde a nosotros bajar los diferenciales de la deuda", dijo Christine Lagarde en marzo de 2020. Esta afirmación ya es papel mojado, ya que, dos años después, es exactamente eso lo que está haciendo el Banco Central Europeo (BCE).
La presidenta de la institución ha dejado claro en las últimas semanas que, antes de echar mano de su nueva herramienta antifragmentación, el organismo usará como primera opción las reinversiones de los bonos que compró durante la pandemia. El BCE ha asumido que, como su mandato es mantener la estabilidad de precios y esta se pondría en riesgo si un país de la zona euro sufre turbulencias en los mercados de deuda, su tarea también es intervenir en ellos.
Lo está haciendo directamente: en los meses de junio y julio el organismo ha aprovechado los vencimientos de la deuda que tenía en balance para ir recalibrando las primas de riesgo. La estrategia de los dos últimos meses es clara: deshacerse de deuda alemana, holandesa y francesa, para comprar bonos italianos, españoles, griegos, portugueses y finlandeses.
En concreto, según los datos que publica Frederik Ducrozet, director de análisis macroeconómico de Pictet WM, en este periodo la institución ha vendido 14.300 millones de euros en bonos alemanes, 3.400 millones en holandeses y 1.200 millones en deuda francesa, lo que suma un total de 18.900 millones de euros en ventas.
Al mismo tiempo ha aprovechado para comprar 9.800 millones de euros en bonos italianos, 5.900 millones en españoles, 1.100 millones en griegos, 500 millones en deuda de Finlandia y de Portugal, 200 millones en deuda irlandesa y 100 millones en bonos austríacos. Un total de 17.600 millones de euros.
A pesar de la intervención del banco central en el mercado, los bonos de los países periféricos están sufriendo más presión por parte de los vendedores que los títulos de los países del núcleo de la zona euro. Los bonos alemanes y franceses con vencimiento a 10 años empezaron junio en el 1,2% y 1,6% de rentabilidad, y la han reducido hasta el 0,88% y 1,45%.
En el mismo periodo, los bonos italianos mantienen los mismos niveles de rentabilidad, ya que, si en junio se movían en el 3,1%, ahora lo hacen en el entorno del 3,05%. Los títulos españoles, por su parte, empezaron junio en el 2,25% de rentabilidad y la han reducido hasta el 2% en el que cotizaba ayer.
No hay que olvidar que Italia está lidiando con la crisis política en el país, después de la dimisión de Mario Draghi, y con nuevas elecciones parlamentarias el próximo mes de septiembre.
"Una de las limitaciones a la hora de subir los tipos de interés que el BCE se complace en discutir abiertamente es el impacto en los estados miembros más débiles, a menudo denominados periféricos. Italia, en particular, quedó en el punto de mira, ya que los inversores exigían un precio más bajo, para compensar los fundamentales más arriesgados", explican desde Schroders, y por ello creen que "en su última reunión oficial, el banco central anunció que tenía previsto utilizar los activos que vencían del programa de compras de emergencia (PEPP) para impedir que los diferenciales siguieran aumentando".